Me encanta la sensación de empezar una época nueva. Siempre me recuerda el principio del año escolar cuando era niña: los cuadernos bien forrados, los lápices con punta, las gomas de borrar limpias y la mochila que todavía no acumulaba kleenex usados ni restos de lunch inidentificables. Me sentía contenta y esperanzada. Ya de adulta, me sigue pasando lo mismo: hay ciertos momentos en los que siento más claramente la posibilidad de empezar un proyecto, de crecer, de hacer mejor las cosas. Y el momento esperanzador por excelencia es el año nuevo.